Por mucho tiempo he intentado encontrar las palabras correctas para contar mi historia, la misma que ha estado en mi cabeza dando vueltas y vueltas pero nunca ha salido de ahí, mucho menos de mi corazón. Mi nombre es Ayleen, soy la voz detrás de Cuéntame Corazón y esta es mi historia.
Se lo difícil que para muchas es abrir el corazón, desnudar sus sentimientos y contar lo que les pasó que las ha marcado tanto como para considerarse sobrevivientes o guerreras. Para mí, ha sido un camino muy difícil, de altos y bajos, de caídas, de lágrimas y sufrimiento, pero entre todo eso también ha sido un camino de paz, de liberación y de auto conocimiento que me ha llevado a tenerme un gran amor propio, que unos años atrás probablemente hubiese creído imposible.
Mi objetivo al abrir mi corazón hacia ustedes y a incitarlas a que también lo hagan, es que se den cuenta que ese mismo camino lo pueden tomar también ustedes, que pueden salir adelante, que hay vida después de un corazón roto y felicidad después de un largo sufrimiento. Desde el fondo de mi corazón espero llegar a ser ejemplo para muchas que hoy necesitan esa fuerza que yo hace casi dos años tuve, para salir de donde me estaban matando, lentamente, y que este sea un espacio lleno de aprendizaje y apoyo entre nosotras.
Todo comenzó en el 2017, cuando conocí a esta persona que me movió el piso. Después de una “relación” fallida con una persona muy inestable, el trato de él me dejó deslumbrada. Sus atenciones, detalles, muchas cosas que en ese momento creía teníamos en común, me hicieron caer rendida a sus pies. Me enamoré como se enamoran las princesas en un cuento de hadas, sin tener idea de que se iba a convertir en mi peor pesadilla. Decidí comenzar una relación con esta persona, ignorando todas las señales que me decían a gritos que no lo hiciera. Estaba tan feliz en ese momento de haber encontrado a alguien que no me importaba nada más.
Como toda relación al principio, todo marchaba muy bien, a pesar de tener unas cuantas diferencias, a mi pensar íbamos por un buen camino. Hasta que comenzaron las mentiras, desde donde estudiaba, a que se dedicaba, donde vivía, incluso hasta que carro manejaba. Siempre lo que decía paraba siendo mentira o completamente diferente, cosa que también decidí ignorar y tomarlo como que exageraba un poco las cosas, pero que no estaba mal. Poco a poco fue conociendo a mis amigos, quienes se llevaron muy bien con él al principio, luego a mi familia y así con todos mis seres queridos. Vendiendo una pantalla que todos creyeron, pero que se le fue cayendo y todos se daban cuenta, menos yo.
Formalizamos nuestra relación bastante rápido, el me presentaba como su novia a las pocas semanas de estar saliendo y me hablaba de un futuro juntos y muchos otros planes. Yo nunca lo vi así hasta ahora que estoy afuera de la relación, pero con todos esos “planes” fue como el comenzó a manipularme, siempre me decía que no me tenía que preocupar porque nos íbamos a casar y estar juntos para siempre, entonces que si desconfiaba de él era porque no quería ese futuro con él y “me quería cagar en todo”.
Conforme pasó el tiempo me fui dando cuenta lo mucho que se drogaba, los problemas que tenía con muchas personas y lo disfuncional que era su familia, agregándole sus problemas mentales y lo inestable y bipolar que era. Me dio tanta lástima ver cuantos problemas tenía encima que me dio por quererlo salvar, por hacerme cargo de cambiarlo y convertirlo en mejor persona. Por ser ese apoyo que tanto le faltaba. En el fondo yo sabía muy bien que no iba a cambiar pero decidí creer lo que todas alguna vez hemos creído “por mi si lo va a hacer”. Y así, fui creyendo todas y cada una de sus falsas promesas.
Durante toda la relación, Nunca me sentí escuchada, siempre me decía que lo que tenían que decir las mujeres no tenían por qué escucharlo los hombres. Si yo le reclamaba o intentaba hablar de problemas que teníamos siempre me decía que era una intensa y que estaba loca. Que yo solo tenía que obedecerlo y punto, que calladita me miraba más bonita.
Poco a poco comenzaron las agresiones, que como en casi todos los casos van subiendo gradualmente. Comenzó a desconfiar de mí, a vigilarme todo el tiempo, a revisarme el celular, entre otras cosas. Se inventaba cosas que yo disque hacía y me las echaba en cara. Lo cual llevó a las agresiones verbales. A veces me despertaba con miles de mensajes diciéndome que era una “perra fácil” que seguro me metía con todos mis amigos y muchos otros insultos que no vale la pena recordar. Desconcertada, siempre trataba de calmarlo, de explicarle (sin saber que tenía que explicarle) hasta que se calmaba y regresaba todo a la normalidad, siempre con la excusa de que yo no le daba confianza y por eso él tenía esos arranques.
Debo decir que al principio me aguanté muchos insultos de parte de él, podíamos estar sentados frente a mis papás, el agarraba mi celular y en notes comenzaba a escribirme insultos para que los leyera. Me celaba incluso con mis primos, insinuándome que tenía algo con ellos y con cualquier hombre con el que yo tuviese amistad. Me dediqué a darle explicaciones, a entregarle todas las contraseñas de mis redes sociales y hasta a cerrar algunas para que me tuviera confianza. Me alejé de mis amigos, incluso de mi familia y le dedicaba todo mi tiempo a él.
Descuidé mucho la universidad, faltaba a clases, si me llamaba en medio de una y no contestaba me hostigaba hasta que contestaba, incluso estando en medio de exámenes me pedía que le contestara facetime para ver si era cierto y a pesar de demostrarle que estaba sentada en clase, luego me insultaba diciéndome que saber dónde estaba metida y con quien. Excusándose de que todas las mujeres son putas y hay que estarlas controlando.
Todo esto me hizo convertirme igual que él, desconfiaba de cada cosita que me decía, con la diferencia de que si yo agarraba su celular, siempre encontraba algo. No les puedo explicar cuántas veces me fue infiel, cuantas fotos de otras mujeres encontré, siempre guardadas con nombres de hombre, llegó a ser tan descarado que tenía un chat que se llamaba prima Coco, me decía que se llevaba muy bien con su prima que vivía fuera y por eso hablaban tanto por Snapchat y whatsapp, hasta que vi que se mandaban fotos y claramente no eran familiares. Miles de veces se me desaparecía todo un fin de semana sin yo saber que se iba con otras mujeres a quedarse a dormir a hoteles. Lo peor es que todas esas veces decidía culparlas a ellas y lo perdonaba a él. Llegué al borde de escribirles para reclamarles y hasta a insultarlas, cosa que tuve que haber hecho con él, no con ellas. Al final de todas esas veces era yo quien paraba pidiéndole perdón, llorándole que por favor me diera otra oportunidad, porque él me convencía que si estaba haciendo eso era por mi culpa, porque yo ya no era suficiente para él ni le daban ganas de estar conmigo, entonces buscaba lo que no encontraba en mí en otras mujeres. Con el pasar del tiempo logré hablar con algunas de esas mujeres y me di cuenta que las que menos tenían la culpa eran ellas, pero yo estaba ciega y creía todo lo que él me decía.
Su mentalidad era tan machista que un día estando en la casa de un amigo de él hablamos sobre las infidelidades y lo mal que estaba hacer eso y él dijo “las mujeres tienen que entender que un hombre siempre va a tener culos, pero no te preocupes mi amor, tu sos la oficial”
Me fui dejando de querer poco a poco, fue tanto el daño psicológico que yo estaba convencida que era la peor mujer del universo, me desvalorizó completamente, siempre me decía que le daba asco mi cuerpo, que era estúpida porque no había estudiado medicina como mi hermana y que mi carrera no valía nada. Lo peor fue que me convenció completamente que él era el único que me iba a hacer caso y que si me separaba de él nadie nunca más me iba a querer, porque “a las perras usadas nadie las quiere” así que en mi cabeza tenía que aguantarme todo, porque no tenía de otra y él era mi destino.
Toda esa manipulación me llevó a ya no solo aceptar agresiones verbales. Poco a poco comenzaron las físicas. Me comenzó a obligar a tener relaciones, donde y como él quisiera. Si yo me negaba a esto se ponía histérico diciéndome que su novia jamás le iba a decir que no cuando él quería “coger”. Llegó al extremo de dejarme parada varias veces en medio de la calle, me tiraba del carro y me decía que iba a ir a buscar quien si “le diera el culo”. Muchas veces llegué a mi casa en uber sin que mis papás lo supieran, porque me dejaba en medio de la calle sin importarle si me pasaba algo o en la garita de mi condominio, para que caminara a mi casa porque eso era lo que me merecía.
Es así como comenzaron los pequeños golpes, me decía que yo era su “perra” y que me tenía que aguantar cualquier cosa que me hiciera. Puedo decir abiertamente que varias veces abusó de mí, me obligó a hacer muchas cosas que no quería y me pegaba en la cara si no le hacía caso, me obligaba a repetir cosas que él me decía que dijera y me grababa o tomaba fotos para después amenazarme. y luego si lloraba o le reclamaba me decía que si seguía “chillando” me iba a arrepentir y que entre más le dijera que no, menos iba a parar.
Miles de veces nos peleamos en público, me humillaba frente a muchas personas que nunca hicieron nada. Tengo presente a un hombre, que en vez de decirle que me respetara y me diera mi lugar como mujer le contestó “es que vos las mujeres son re putas” y fue ahí donde me di cuenta que estaba atrapada, que nadie me iba a ayudar ni sacar de donde me había metido.
Cuando comencé a darme cuenta de la violencia que estaba aguantando, traté de alejarme y de terminar la relación, fue ahí donde sus agresiones se fueron a lo peor. Empezó por convencerme que era gorda, fea y tonta y que nunca alguien me iba a voltear a ver porque era una “perra usada”. Luego de todo eso, para convencerme me llamaba llorando, diciéndome que no podía vivir sin mí y que por favor le diera otra oportunidad, Me seguía a todos lados, hasta que por obvias razones volví a caer. Me juró que iba a cambiar, que todo lo malo que había pasado antes no iba a volver a suceder, pero me convenció que lo mejor era no decirle a nadie sobre nuestra relación, pero que yo era de su propiedad y nadie más me podía tener.
La primera vez que me pegó ni siquiera la recuerdo bien, la he bloqueado tanto de mi mente que me cuesta hasta recordarlo. Estábamos en su casa y yo me tenía que ir porque tenía clases en la universidad. Él no quería que me fuera y me arrebató las llaves del carro. Comenzamos a discutir y a gritarnos y el somató la mesa de centro de su sala y reventó el vidrio, al ver toda la sangre y lo que “yo había provocado” me pegó en la cara, me tiro al sillón del pelo y se contuvo a patearme, agarró mis llaves y las estrelló contra una pared. Llenó toda su casa de sangre, los sillones, las gradas, absolutamente todo ¿y quien creen que la limpió? Exacto, yo. En estado de shock salí a comprar agua oxigenada y limpié TODA la casa. Me eché la culpa y le pedí perdón, le lloré tanto ese día, sin darme cuenta que era yo quien tenía la cara reventada. Me hizo repetirle mil veces que yo era una “puta estúpida” y que me merecía que me “castigara” por ser tan idiota siempre, que tenía que dejarlo de provocar, porque un día me iba a matar.
Las agresiones continuaron, miles de cosas pasaron en todo ese tiempo, un día se encontró con una persona con quien yo en su momento tuve rollo y armó un gran problema. Cuando llegamos a la casa de su amigo luego de eso, me metió al baño y me somató la cabeza contra la pared de la bañera, me jaló del pelo y me dijo que todo era mi culpa por perra.
Todo esto en mi cabeza yo me lo merecía, me convenció a que todo lo que me hacía eran las consecuencias de mis actos, humillándome en privado y frente a mi familia y amigos (que se enteraron que estábamos juntos otra vez) era un pan de Dios que había cambiado.
Ver mi cuerpo lleno de moretes, verme llorar todos los días, desconectarme de mi con tal de no escucharlo ni ponerle atención a lo que me decía y perdonarle TODO, incapaz de decir NO, ha sido lo más duro que en mi vida he pasado. Llegué al punto donde sin darme cuenta yo misma comencé a insultarme de la misma manera que él lo hacía. A repetirme los mismos insultos cuando algo me salía mal.
Por cuestiones de la vida nos fuimos a vivir juntos. Puedo decirles que todos los días que vivimos en ese apartamento me agredió físicamente, me insultaba, me trataba como su empleada y prácticamente yo lo estaba manteniendo. Todos los días llegaba drogado, unos días a obligarme a hacer cosas que no quería y otros días a insultarme y pegarme. Una vez estando en el sótano me tiró el carro y casi me atropella. Otras veces me arrastraba por todo el apartamento y me tiraba al piso de un jalón de pelo, me ahorcaba contra la pared o me ponía almohadas sobre la cara cuando estaba dormida, sin poder respirar trataba de quitármelo de encima o quitarme la almohada de la cara pero era mucho más fuerte que yo, cuando me la quitaba se mataba de la risa y me decía, “que cerca estuviste de morirte o no”. Todo esto pasaba y siempre me hacía ver como que yo era la histérica, loca e intensa y que era mi culpa que todas esas cosas pasaran, o que yo las estaba exagerando.
La última noche donde estuvimos juntos, él se fue a correr su carro a Escuintla. Se puso muy borracho y regresó muy noche. Chocó el carro en la carretera y me llamó diciéndome que yo tenía la culpa. Me repetía “te voy a verguiar Ayleen y vas a quedar con la cara desfigurada” miles de veces. Cuando llegó a la casa, me agarró del pelo y me bajo al sótano a ver el choque, me gritaba que todo era mi culpa, que yo lo hice chocar y que yo tenía que ver como lo iba a pagar. Obviamente yo me defendí, le grité que yo no iba a pagar nada y me jaló del pelo y me tiró al piso, raspándome toda la espalda con la llanta de su carro. Al tratar de irme me agarró tan fuerte que yo intenté pegarle en la cara para que me soltara y lo que hizo él fue pegarme tan fuerte en la boca que me reventó el labio.
Estaba tan desesperada y tenía tanto miedo que no podía bajarme del carro, me temblaban las piernas y me puse muy mal.
Nunca en mi vida me había sentido tan indefensa como ese día, llegue a clamarle a Dios que por favor me matara, que me sacara de ahí de alguna manera y que si era muerta, mejor.
Hoy puedo decirles que Dios respondió a mis suplicas, pero no de la manera que yo tanto le pedía. Se encargó de sacarme de ahí sana y salva al siguiente día, me dio las herramientas y me agarré de la poca fuerza que me quedaba para salir de ahí. Luego de mucho tiempo de dudarlo, de negar que abusaba de mí, lo denuncié, entregué todas las pruebas que tenía en contra de él y hasta el día de hoy sigo esperando que se haga justicia, sigo aguantando su acoso y abuso, pero sé que Dios es grande y un día va a pagar todo lo que a mí y a otras mujeres les ha hecho.
Como les dije al principio no ha sido un camino fácil, volví a caer en sus chantajes y mentiras muchas veces, me costó más de un año de terapia entender que estaba en un ciclo de violencia y que yo era la única que podía salir de ahí. Le tenía tanto miedo que no encontraba las fuerzas para decirle que no, me seguía dejando manipular y esa era su mayor fuerza, la que yo misma le daba.
Al contar mi historia no quiero hacerme la víctima ni mucho menos dar a entender que yo jamás hice nada. Estaba tan enferma y tan sumida en esa relación toxica que yo me volví igual. Mentía y engañaba, con tal de siempre estar a la merced de él. Cualquier cosa que él me pedía hacer, la hacía sin pensar en las consecuencias. Puse mi vida en peligro muchas veces con tal de que él estuviera “contento” conmigo.
Recordar todo lo que viví ya no me sirve de nada, pero si puedo utilizarlo para hacer consciencia sobre la violencia que muchas mujeres vivimos en una relación, calladas sin que nadie se entere. Por mucho tiempo tuve miedo, pero ese mismo miedo se convirtió en valentía, porque entendí que si me quedo callada, me vuelvo cómplice de mi propio agresor.
Hoy después de casi dos años agradezco seguir viva, agradezco poder contar mi historia y más que todo le agradezco a Dios por el apoyo de mi familia, que en su momento me envió los ángeles que más necesitaba, mis papás que me ayudaron a salir de ahí, mis hermanas, mi primo y su esposa que me enseñaron a agarrarme de la mano de Dios para salir adelante, De mis amigos que en ese momento estuvieron para mí. Incluso agradezco por aquellos que jamás entendieron por lo que estaba pasando y decidieron hablar mal de mí y echarme la culpa, burlarse y hacer apuestas de cuanto iba a durar en esa relación, sin saber que por lo que estaban apostando era por mi propia vida. Agradezco también por los que hoy ya no están presentes en mi vida pero que me dieron todo su apoyo cuando más lo necesité.
Estar en una relación tóxica y violenta no es algo que le deseo a nadie. Por todo lo que yo pasé, que en estas líneas está bastante resumido, espero lograr un cambio en la vida de alguien que en este momento esté pasando por lo mismo. Quiero que todas aprendan a escuchar a su corazón cuando les da señales, a reconocer esas famosas “red flags” y huir. Yo tuve la suerte de salir a tiempo, de librarme de mi abusador, de salir viva y hoy poder contarlo, algo que muchas otras mujeres lamentablemente no logran.
Quiero más que todo que hoy se abracen, que se quieran, que se perdonen. que sepan que a pesar de cualquier error que cometan son valiosas y nadie tiene derecho de sobrepasar los límites que ustedes pongan. Que si caen, agarren de nuevo todas sus fuerzas y vuelvan a levantarse. Ninguna vino a la vida a sufrir y mucho menos por alguien que no las valora y solo quiere utilizarlas a su antojo. Yo les puedo decir que sobreviví, que hoy soy feliz, que encontré mi paz y sané mi corazón.
El amor que tanto busqué en esa persona lo encontré en mí y me abrazo con todas mis fuerzas, porque fui yo quien salió de ahí, fui yo quien me salvó y estaré eternamente agradecida conmigo por haber cometido ese acto de amor puro hacia mi misma.
Perdonen, pero nunca olviden. Quiéranse, pero más que todo quieran a su corazón, cuídenlo y no se lo entreguen a cualquiera.
Tengo una frase tatuada de un poema que mi papá escribió, la cual ha representado todos los momentos duros que la vida me ha hecho pasar, a la cual hoy le doy un significado más:
“es momento de ver para adelante y dejar lo malo atrás”
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