Él llegó a mi vida como una persona encantadora, seductora y que inspiraba confianza. Teníamos muchas cosas en común, incluso hasta el mismo día cumpleaños. Para mí todo esto era fascinante y claro me enamoré. A pesar de que nuestra relación empezó siendo algo casual, con el tiempo él me hablaba de construir un futuro juntos, incluso de hijos. De lo enamorada que estaba, llegué a idealizar tanto nuestra relación que le compré un perrito.
Quiero dejar claro que lo que leerán, solo son algunas cosas de lo mucho que viví con él. Hubieron cosas buenas y al final esta persona fue alguien a quien yo quise mucho y le di amor genuino, del cual no me arrepiento. Él se convirtió en una prioridad en mi vida, a pesar de que varias personas me expresaron su preocupación al saber que estaba saliendo con él. Yo siempre justificaba sus acciones con el típico “así es el” o “conmigo va a cambiar para mejor”. Nadie nunca me pudo explicar un “porqué” no debía salir con él, solo me decían “ese chavo no”. Hasta hace poco me enteré de que esto se debía a que yo no era la primera mujer que sufrió maltrato por parte de él.
En el transcurso de mi relación, el problema (que yo no veía como problema porque quería ser “la fresca” y tendía a siempre fijarme en lo positivo) que se daba casi todas las semanas era que él salía de fiesta y llegaba a mi casa borracho en la madrugada, me insultaba antes de dormirse y despues actuaba como si nada había pasado. Yo nunca le podía preguntar algo sobre la noche anterior porque era una loca, celosa o intensa. Nunca quería salir conmigo en público o que la gente supiera que teníamos una relación, nunca me pidió ser su novia formalmente y lo que me solía decir era el famoso “si quisiera estar con alguien más, ¿por qué estoy aquí con usted?”.
Cuando alfín salíamos juntos, yo paraba tomando mucho y emborrachándome para poder pasarla bien y olvidar alguna pelea de las que no solíamos arreglar. Esas decisiones me perjudicaban mucho porque las peleas que no arreglábamos o los temas que él no quería hablar quedaban abiertos, entonces yo obviamente al estar tomada paraba llorando y él en lugar de consolarme y/o cuidarme, me decía que era una showera loca o me dejaba por ahí llorando sola.
Además, siempre tuve una corazonada de que me estaba siendo infiel, él me lo negaba, y yo le creía. Me seguía jugando la vuelta y haciendo lo mismo de salir a emborracharse y regresar a mi casa. Muchas personas me comentaban que lo veían en varias ocasiones con diferentes mujeres, pero yo lo defendía. Él me manipulaba y me decía que la gente era mala y que se lo inventaban para hacerlo quedar mal y que nos peleáramos.
Regresando de un viaje que hicimos juntos, yo tenía que ir un evento importante en el cual debía presentarme muy temprano por la mañana. Una noche antes recuerdo que le pedí ayuda para llevar unas cosas, él me dijo que sí, me prometió que él iba a estar ahí para apoyarme. Esa madrugada hizo la misma de siempre, llegó borracho a mi casa y vi que un tal “Jorge” le mandaba mensajes. En fin, era la infidelidad de la cual yo sospechaba. Me manipuló tanto que me hizo pensar que ella no lo dejaba en paz y me hizo sentir como si yo estaba loca. ¿Y yo qué hice? Lo perdoné. Al día de hoy logré conversar con la “Jorge”, y ¿saben qué? Nunca estuve loca.
De hecho, es una mujer a la que él también engañó y le mintió. El le decía a “Jorge” que él no tenía pareja y que yo, Jessie, solo era una amiga del gym que estaba enamorada de él y que lo perseguía.
En varias ocasiones cuando yo quería hablar y arreglar alguna pelea insignificante de la que él me hacía sentir culpable, siempre me iba a dejar a mi casa como un castigo para no asistir a un evento juntos o para jugarme la vuelta y salir a parrandear y yo en la mayoría de ocasiones lloraba y no me quería bajar del carro porque no entendía lo que estaba pasando, entonces él me empujaba o me agarraba fuerte el brazo para que me bajara del carro. Para este entonces yo ya les comentaba a mis amigas lo que sucedía en mi relación.
Un año después de los “voy a cambiar”, decidimos que yo iba a “trabajar para él” y ayudarlo con un emprendimientoturistico (Let’s Do It) que a los dos nos apasionaba. Además de darle mi tiempo, conocimiento y apoyo, le presté dinero, con la intención de que esto fuera una inversión para nuestro futuro y “para los dos”.
Todo se veía bien y habían días que eran muy buenos, excepto que el estrés y la tensión crecía y él siempre remataba conmigo: insultos, ley del hielo y siempre me hacía sentir culpable por cosas en las cuales yo no tenía nada que ver o eran su culpa. Confiando en que “todo iba a mejorar” regresando de una reunión, le expresé que sería bueno hacer un contrato por si en algún momento nosotros teníamos un desacuerdo o ya no fuéramos pareja, estando mi dinero de por medio y sin pagarme un sueldo. Él se exaltó y se puso furioso como si yo le estuviese pidiendo algo malo o extraordinario. No volví a tocar el tema por miedo. Desde que empezamos con el negocio y hasta el día de hoy, él nunca me reconoció ningún esfuerzo ni crédito a nivel público a pesar de todo lo que yo trabajé.
A este punto, yo ya no me sentía libre de pensar, de decidir, de actuar sin tener miedo. Siempre tenía la necesidad de consultarlo todo antes porque me ponía a pensar “ay si digo eso se va a enojar”, “qué va a pensar” o “cómo va a reaccionar”.
A finales del 2019 fuimos a la graduación de su hermano y mientras cenábamos, nos tomamos una foto. Yo estaba demasiado feliz porque por fin él iba a subir algo romántico conmigo en sus redes sociales, pero antes de hacerlo hizo un chiste pesado (obviamente humillándome) y yo le dije “bueno si querés no la subas”. Gracias a ese comentario que hice, me insultó y me hizo la ley del hielo durante toda la cena y al final “por mi culpa” se fue de la graduación directo a parrandear. Toda su familia estaba presente y se dieron cuenta. Durante nuestra relación, varios amigos y familiares fueron testigos de maltratos psicológicos, emocionales y verbales. Siempre fui aconsejada en que lo tenía que dejar ir porque él no era bueno para mí pero yo seguía “luchando” por nuestra relación.
Seguido de este incidente, un día me agredio verbalmente en su casa y me dijo que ya no quería estar más conmigo porque yo sacaba lo peor de él, entonces me llevó a mi casa, me sacó de su carro y cortamos.
Dos semanas después me buscó para pedirme perdón, yo le dije que no quería saber nada mas de él, pero insistió. Nos reunimos para hablar y recuerdo muy bien haberle dicho que lo amaba y que me gustaría regresar con él, pero que sentía que el irrespeto ya había llegado a tal punto que tenía miedo que un día me pegara. En ese momento me juró que nunca sería capaz de tocarme un pelo (“cómo va a creer”) pero que yo también tenía que poner de mi parte por que era una relación de dos.
Para la época de año nuevo mi mamá nos invitó a Nicaragua. Decidimos irnos por tierra y él invitó a un “amigo”.
El 2 de enero fuimos a un bar a tomar con varios amigos que conocimos allá. Mientras estábamos tomando yo me molesté con mi mamá por un tema aparte pero no le hablé de eso ahí porque no era el mejor momento, pero si se lo comenté a él.
Todos estábamos tomando y les dije que mejor fuéramos a comer algo porque él tenía que llevarnos de regreso al hotel. Fuimos a comprar unos tacos y recuerdo bien que le pedí efectivo porque yo solo tenía mi tarjeta de crédito. Su reacción fue decirme “perra mantenida” y humillarme enfrente de todos. Yo me salí de ese lugar a llorar y a calmarme porque pensé “bueno, está borracho”. Cuando regresé de llorar, mi mamá me comentó que él le dijo que yo estaba llorando por culpa de ella y que él y yo nos habíamos peleado por culpa de ella.
Para regresar al hotel, él tomó el volante. Íbamos en el carro los 4 y no dejábamos de pelear (insultos, gritos y burlas) hasta tal punto que mi mamá le pidió que parara el carro porque ella prefería irse caminando. Esto pasó en caminos de tierra sin iluminación, totalmente a oscuras para llegar al hotel en plena madrugada. Mi mamá empezó a caminar y en ese momento yo aproveché a bajarme del carro para ir al baño en el suelo y aunque se lo anuncié a él y a su amigo que venía con nosotros, me agarré de la puerta del carro para sostenerme mientras me agachaba y cuando sentí, aceleró y me dejó tirada.
Yo no llevaba celular, no tenía mi bolsa y estaba oscuro. Empecé a llorar y 3 hombres aparecieron y empezaron a hablarme y a seguirme. Estaba temblando del miedo tratando de buscar a mi mamá, pero ella ya había caminado mucho. Un rato después, él regresó por mí y obviamente yo no me quería subir al carro, su amigo se bajó y me pidió que por favor me subiera y así nos íbamos al hotel. Cuando me subí al carro lo primero que hice fue reclamarle sobre el hecho de haberme dejado tirada y le dije que 3 hombres me estaban siguiendo y que me pudieron haber violado. Su respuesta fue: “Por loca cerota que es” “Me pela la verga, bueno hubiera estado que la violaran los tres”.
También dijo que solo regresó por mi porque su amigo se lo pidió. Luego siguió insultándome (los insultos más hirientes que se puedan imaginar) y yo simplemente ya no me podía defender verbalmente, ya no podía... entonces en mi desesperación le pegué en la cara. En ese momento él me agarro fuertemente del pelo por detrás de mi cabeza, me lo jaló varias veces y me somató la cara hasta que su amigo tuvo que detenerlo diciéndole “pará, pará”. Empecé a sangrar, y entré en shock. Cuando nos encontramos con mi mamá, ella me vio y preguntó qué me había pasado. Él y su amigo contestaron la misma historia como si se hubiesen puesto de acuerdo diciendo que yo me había estrellado contra el tablero sin querer por un frenazo. Yo no quería hablar del tema, solo quería que todo terminara.
Al día siguiente yo traté de ser civil, me disculpé por no haber actuado mejor y traté de hablar con él para ver cuál iba a ser su reacción ante todo lo que había pasado y su respuesta fue “si le tengo que jalar el mocho otra vez para que me deje de chingar lo vuelvo a hacer y no me importa que sea enfrente de su mamá”. Ojo que aquí ya no había alcohol de por medio.
En las 15 horas de camino que estuvimos en el carro de regreso a Guatemala, la persona que me “amaba” fue incapaz de preguntarme si me sentía bien, si me dolía, si quería hielo, una aspirina... algo. Todavía me hizo sentir culpable de toda la situación diciéndome que todo era mi culpa, que yo era una “malwarera” y “loca”.
¿Qué hice a los días cuando estábamos ya en Guatemala? Lo contacté para arreglar las cosas y mediar (me sentía culpable), pero él no quiso. Su respuesta fue que yo y mi mama teníamos toda la culpa por locas, que yo sacaba lo peor de él y que no me quería volver a hablar. Después de ese día no intentó contactarse conmigo ni tampoco disculparse.
Yo le conté a su mamá por teléfono que habíamos terminado, pero nunca le dije el “porqué”. Además de esto me sentía con miedo, con culpa y vergüenza de que alguien supiera lo que había pasado, tenía 5 días escondida en mi casa para que nadie me viera la cara y me pregutará al respecto. Para ese entonces yo ya había decidido mudarme a otro país porque reconocí que estaba encerrada en un ciclo de violencia y no iba a lograr salir si no me iba. Dejé que transcurrieran 9 días después del incidente, dejando tiempo para ver si se disculpaba conmigo o que por lo menos sintiera un poco de remordimiento.
El día #10, lo denuncié en el MP y al día siguiente me reuní con sus papás para contarles toda la historia. Recuerdo que su mamá no lo podía creer, ella decía “no te mereces eso”. Lloraba y me abrazaba fuerte. Ellos me dijeron que su hijo me tenía que pedir perdón sí o sí, entonces que no me preocupara porque ellos le hablarían. Me reuní con él para hablar las cosas y quedar “bien” pero en este caso no me podía compadecer puesto que yo sabía que él no lo estaba haciendo voluntariamente. La impresión que me daba era que lo estaba haciendo porque sus papás se lo dijeron y obviamente porque existía una denuncia. Aprovechandose de mi vunerabilidad y cariño hacias ellos, al día siguiente el papá me llamo para pedirme que firmara un papel en donde desistía a la denuncia a cambio de que me pagarán el dinero que aún se me debía. El MP me había informado que no había ninguna manera para desistir de esta denuncia y por lo mismo firmé el papel. Él a cambio me firmo un reconocimiento de deuda, el cual no fue cumplido al pie de la letra y me termino de pagar el día que yo decidí hacer esta historia pública en redes sociales.
Yo literalmente estaba traumada, vulnerable, triste y aún dependía de él. Era muy difícil procesar todo y ni siquiera sabía lo que sentía en ese momento. Reconozco y me enferma pensar que la única persona que me podía consolar era mi mismo agresor, incluso estando yo fuera de mi país y después del incidente físico. De hecho, recuerdo que en una de las llamadas que tuvimos después de que yo me fui del país, yo le hice la pregunta: “Que hubieras hecho si hubiera sido al revés, si tú fueras el amigo y hubieras visto que él me pegaba?” y él me contesto “Yo hubiera matado a ese cerote”.
No les puedo describir la soledad que sentí a pesar de estar rodeada de personas que me aman y me apoyan incondicionalmente en todo el tiempo que pasé de duelo y tristeza. Mi autoestima baja y la tristeza era tan grandes que me había olvidado que le tenía que entregar todo eso a Dios para que obrará en mi vida y la única persona a la que necesitaba era a mí.
Qué toxico, ¿no? Hoy me perdono, me abrazo y me siento orgullosa de mí. Reconozco que el abuso más grande fue de mi hacia a mí, por no saber poner limites, por perdonar cosas y quedarme a soportar lo insoportable, por no ponerme a mí primero. Creo que yo duré tanto así porque vivía con ese pensamiento de “el amor lo soporta todo” pero eso se refería a pobreza, enfermedad, adversidades y defectos. No a infidelidades, maltratos, mentiras, agresiones ni faltas de respeto. Gracias Dios por no abandonarme y librarme de esto.
Muchas mujeres sufren violencia, pero callan por miedo a su agresor, por vergüenza a lo que digan los demás o porque piensan que es parte de una relación amorosa. La violencia es inadmisible en cualquiera de sus formas y yo quiero contar un poco de mi historia para crear conciencia de este círculo tan vicioso en el que viví y por el que muchas pasamos. Es importante denunciar estos abusos y ser conscientes que solo porque un abuso físico es visible no significa que es peor que un abuso emocional o verbal.
Nunca se olviden que su vida es más grande que sus miedos, que sus fuerzas son mayores que sus dudas y aunque su mente esté confundida, su corazón siempre sabe la respuesta. No dejen que la indiferencia las paralice. El silencio es cómplice.
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